La actividad arqueológica
subacuática ha tenido, y tiene, su principal ámbito de operaciones
en el Mediterráneo. En éste se dan las condiciones más
óptimas para su desarrollo, tanto por la abundancia de yacimientos
como por las excelentes características de las aguas que bañan
sus costas; aguas cálidas y tranquilas, a la vez que dotadas de unas
condiciones de nitidez y visibilidad muy apropiadas para el trabajo arqueológico.
Sin embargo, ello no ha sido obstáculo para que en lugares tan diferentes
del mundo marino como el mar Báltico o los lagos suizos se hayan realizado
trabajos que también han pasado, con todo merecimiento, a ser considerados
como parte de las intervenciones clásicas dentro de este campo. Las
excavaciones de los barcos viquingos en el fiordo de Roskilde, el levantamiento
del Vassa en la bahía de Estocolmo o el estudio de estructuras de habitación
en los lagos suizos demuestran que los arqueólogos pueden adaptar sus
técnicas de trabajo a condiciones físicas muy dispares.
Por ello, en ningún
caso se podrá justificar la escasez de interés por la Arqueología
Subacuática en Galicia aludiendo a las características físicas
o climáticas de nuestras costas. En este sentido, mi trabajo plantea
una descripción, "grosso modo", de la variedad de ambientes
geográficos y climatológicos del litoral gallego, incidiendo
en los tipos más característicos y a la vez con más posibilidades
reales de ser objeto de intervención arqueológica.
En los 1.200 kilómetros
de costa que posee Galicia es posible diferenciar tramos con características
morfológicas distintas. Un primer tramo se extiende entre las rías
de Ribadeo, al este, y Viveiro, al oeste; un segundo abarca desde la ría
de Viveiro hasta la de A Coruña, al sur; un tercero comprende la denominada
popularmente como "Costa da Morte", que se alarga desde el sur de
A Coruña, hasta el cabo Fisterra; un cuarto sector engloba las Rías
Baixas, entre Fisterra y el cabo Silleiro y, un quinto, se extiende desde
este lugar a la desembocadura del río Miño. El primer tramo
se caracteriza por presentar una línea de costa rectilínea,
apenas rota por la ría de Foz. En el segundo se suceden una serie de
rías, las de Viveiro y O Barqueiro siguen una dirección norte-sur,
y hacia el interior enlazan con valles estrechos y encajados como los de los
ríos Sor y Landro. Las rías atlánticas, por contra, se
estiran de oeste a este, como la de Cedeira, o se apiñan generando
una forma lobulada que también siguen la dirección general de
oeste-este, como las de Ferrol, Ares y A Coruña. El tercer tramo domina
una línea de costa rectilínea que únicamente se abre
en las rías de Corme-Laxe y Camariñas. Entre Fisterra y Silleiro
se encuentran las Rías Baixas, se trata de las rías de mayores
dimensiones y que tienen en común presentar una orientación
SO-NE; el estrecharse progresivamente en esta dirección; el aparecer
flanqueadas, por el norte y por el sur, por sierras, caso del Barbanza, entre
Muros-Noia y Arousa, o los montes de Castroverde, entre la de Pontevedra y
Vigo; y el enlazar con valles encajados que se introducen hacia el interior,
caso del Ulla, en Arousa, el Tambre, en Muros-Noia. Al sur del cabo Silleiro,
entre éste y la desembocadura del río Miño, hallamos
otro tramo caracterizado por una línea de costa rectilínea que
se encuentra flanqueada por el este por la Serra da Groba.
Una de las zonas
de nuestra costa que más se relaciona trágicamente con naufragios
y desastres marinos es la conocida como la "Costa da Morte". El
elevado número de naufragios ocurridos en ella se debe a, en primer
lugar, su situación, ya que desde siempre ha constituido un lugar de
paso obligado para los barcos que desde los puertos europeos del norte se
dirigían al sur o viceversa. Las características morfológicas
de esta costa, junto con las adversas condiciones atmosféricas y marítimas
que tienen lugar con relativa frecuencia, ha sido la causa de que muchos de
estos barcos terminasen aquí su recorrido de forma trágica.
Sin embargo, la gran cantidad de naufragios que han visto sus aguas han sufrido
un gran dispersión en la mayor parte de los casos, debido a la influencia
de una dinámica marina especialmente activa que provoca en casi todos
los casos la destrucción, en mayor o menor medida, de los restos. Por
otra parte, las rías gallegas, y más en concreto las Rías
Baixas, constituyen un tipo de relieve característico y sin igual en
otras zonas del planeta. En lo que respecta a la actividad arqueológica
subacuática, es indudable que constituyen enclaves de abrigo privilegiados
para el tráfico marítimo, lo cual indica que sus aguas forzosamente
deben albergar innumerables restos de barcos hundidos a lo largo de la historia.
El carácter sedimentario de su formación geológica es,
además, garantía de que los posibles "pecios" se encuentren
en buen estado de conservación, puesto que es bien sabido que los sedimentos
protegen la materia orgánica de la dañina influencia de microorganismos
destructores de la madera (elemento constructivo naval por excelencia, hasta
bien entrado el siglo XIX).
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